El término ‘postdesarrollo’ nace a principios de la década de los 90 y va generando diversos debates en torno a su significado entre profesionales y académicos de las ciencias sociales. La noción de postdesarrollo proviene de la crítica postestructuralista, que cuestionaba que grandes zonas de Asia, África y Latinoamérica llegaran a ser definidas como “subdesarrolladas”. Así, los estudiosos plantearon la posibilidad de que el desarrollo no atendiera solo a una visión occidental; pusieron sobre la mesa la opción de que la realidad puede definirse en términos distintos a los del desarrollo y que, por ende, las personas y los grupos sociales pueden actuar sobre la base de esas definiciones por las vías de la sostenibilidad, la autonomía, la diversidad o las economías alternativas.

Los defensores de este concepto articulan una noción de globalización que cuestiona las teorías neoliberales dominantes que la definen, creando un marco de interpretación en el que la globalización aparece como objeto histórico que puede ser disputado y transformado. Los críticos del postdesarrollo aludieron al hecho de que sus valedores pasaban por alto la pobreza y el capitalismo, verdaderos problemas del desarrollo. También rechazaron la «romantización» de los movimientos sociales, que obviaba el hecho de que lo local también se configura en base a relaciones de poder.

Aunque el postdesarollo parece algo utópico, repensar los actuales conceptos de desarrollo y modernidad podría abrir las puertas a interesantes posibilidades.

Ciertas vías del pensamiento «postdesarrollista» facilitarían imaginar aspectos de vida más allá de la modernidad y los regímenes de economía, guerra y explotación de la naturaleza y los individuos.